Ya hay más bits de datos almacenados sobre nosotros que estrellas en el universo. En 2020 el volumen de información acumulada sobre los habitantes del planeta será 44 veces mayor que el actual. Todo lo que revelamos, conscientes o no, al usar el móvil, el correo electrónico o las redes sociales se almacena y dibuja, cada vez con más detalle, un perfecto retrato sobre nuestras costumbres y preferencias. Esta ingente cantidad de datos que suministramos se conoce como big data y, según los expertos, tiene tantas posibilidades de negocio como peligros para la privacidad. Según asegura José Luis Florez, responsable mundial de big data de la consultora Accenture, “la primera guerra mundial fue química, la segunda física (en referencia a la bomba atómica) y la tercera será de datos”.
Los datos se pueden aplicar en todo tipo de campos como turismo, banca, sanidad, ciudades inteligentes… La clave consiste en conocer las costumbres de los clientes para prever sus necesidades futuras. “¿Cómo puede ser que Amazon, al abrirlo, ya me recomiende el próximo libro que ya tenía decidido comprar?”, se pregunta el periodista Lluís Bassets en la misma universidad. “Los datos son el petróleo del siglo XXI”, dijo recientemente en una entrevista José Luis Rodríguez, director de la Agencia Española de Protección de Datos. Y dados los conflictos que ha generado el oro negro durante el último siglo, la analogía preocupa a más de uno. Bassets afirmaba la semana pasada: “Las guerras han cambiado. Ahora el propio espionaje y el manejo de datos son la propia guerra”.
A la vez que abre inmensas posibilidades de progreso y aumenta el conocimiento de las necesidades de los clientes, el big data y genera temor a una memoria perenne en la red o la imposibilidad de ocultar aspectos privados.
Fuente: el país